MARELISA GIBSON MISS VENEZUELA FOR MISS UNIVERSE 2010










Foto: En la Quinta Miss Venezuela, Colinas de Los Caobos

Adora patinar por las calles de la ciudad, usar el Metro y pasear por el Centro. Para Miss Venezuela 2009, Caracas sigue siendo la misma, sólo que ahora ella la vive diferente

Tiene un bisabuelo sueco y una bisabuela mexicana, tatarabuelo francés, abuela panameña, y hasta alguna sangre vasca colada por allí. Pero ella: caraqueña ciento por ciento, dice. De niña vivió en Santa Rosa de Lima y estudió en el Cristo Rey, en Altamira, perteneció al Ballet de Las Américas, en Chacao, hizo flamenco en Santa Paula& ¡hizo de todo! Practicó basketball, futbolito, gimnasia, y gracias al teatro participó en festivales estudiantiles por toda la ciudad, montando obras en el Celarg, el Ateneo, el Luisela Díaz, y hasta al Anfiteatro de El Hatillo fue a parar.

Culminado el bachillerato, y tras estudiar francés en París por diez meses, inició la carrera de arquitectura en la UCV. Entre planos y maquetas batalló hasta el cuarto semestre, cuando se alzó con la corona que hoy la acredita como Miss Venezuela 2009.

"Desde entonces la ciudad sigue igual, lo diferente es mi manera de vivirla", afirma Marelisa Gibson. En efecto, antes adoraba comer en Outback, ahora cosa negada. Moría por una pasta y un postre: ni pensarlo. Le gustaba pasear por un mall, y sentarse en una heladería o comerse un cinnamon roll. "Ya no puedo hacer nada parecido, ya no me gustan tanto los centros comerciales", añade. En cuanto a las salidas nocturnas, su exigente preparación para el Miss Universo hace que, al llegar la noche, ella no tenga ánimos sino para dormir.

Por fortuna, el cine es aún una distracción permitida en su régimen de Miss. Prefiere los del Centro Plaza, Millenium o Tolón. Por lo demás, piensa unos segundos y dice: "Mi espacio se ha reducido en la ciudad. Ahora lo que más hago es venir a la Quinta (Miss Venezuela) e ir al gimnasio en Boleíta Center", y suspira.


"Otra cosa que ya no hago -sonríe- es molestarme en las colas. Antes, si algún abusador se me colaba en el tráfico, bajaba el vidrio y le gritaba (Risas) Pero ahora me contengo, aunque de vez en cuando lo grito dentro del carro", y vuelve a reír. Para drenar la congestión, opta por cantar, rezar, hablar sola: todo depende de cuán apurada esté. Entonces piensa, y por qué no, en comprarse una moto para ahorrarse los retrasos. "Pero si lo hago, creo que mi mamá me deshereda", bromea.

De vez en cuando sube al Metro. Hace poco, cuenta, fue hasta Sabana Grande y la pasó muy bien: "Es que me parece tan fácil y rápido viajar por debajo de los carros".

Ir al Centro también le divierte. En diciembre pasado lo visitó buscando algún regalo de navidad, pues, asegura, allí venden lo mismo que en el Sambil, pero a mitad de precio.

Mas si algo agradece en la calle, y que le despierta mucha simpatía, es que le endilguen este piropo, simple y común, nada creativo y hasta casi monosílabo: "¡Flaca!". "Ése es el único piropo que me saca una sonrisa. Casi que me volteo para darles las gracias", ríe.

Pero su belleza no sólo le ha valido el título que ostenta, sino también le ha abierto puertas tan herméticamente cerradas como las de los estacionamientos de la Ciudad Universitaria. Un día, yendo maquillada y peinada -de fotografía, pues-, pero sin un bolívar para pagar en la taquilla, apenas bajó el vidrio para explicarle al vigilante su aprieto, éste, sin escuchar argumento, levantó la barrera y la hizo seguir. "Pase, pase, adelante, señorita", le decía con suma caballerosidad, y ella apenas aguantaba la risa.

Pero sin duda, la diversión favorita de Marelisa son los patines en línea. Recientemente, con su auto en el taller, patinaba por todas partes en sus diarias diligencias: "Es un excelente medio de transporte, y, además, divertidísimo. Un día le pasé por el lado a un señor y él me dijo: 'Niña, ¡eres toda una artista de cine!'; y yo me sonreí y pensé: 'Bueno, ¡soy Miss Venezuela!'".


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